En los últimos años, al tiempo que crecía el interés público por la sostenibilidad, se ha extendido el uso de infinidad de términos técnicos, no siempre correctos, lo que ha creado para la mayoría de la población una notable confusión. Vamos a tratar de aclarar un poco la situación (como el asunto es extenso, necesitaremos 2 post, este es el primero)
Antes de nada, hay que decir es que, con demasiada frecuencia, estos términos se utilizan de forma inapropiada. Y esto es comprensible entre los profanos y el público en general, pero deberían evitarlo los medios de comunicación, porque su obligación es informar bien, y sobre todo las empresas al hablar sobre sus productos, pues pueden llamar directamente a confusión. Hay una norma internacional, la ISO-14021, que regula muy claramente cómo deben ser las afirmaciones ambientales, especialmente las que las empresas hacen sobre sus productos y sobre ellas mismas: qué se puede y debe decir y qué no, cómo decirlo etc. Pero por desgracia las normas, al contrario que las leyes, no son de obligado cumplimiento, sino de aplicación voluntaria. Y esta estupenda ISO-14021 no tiene muchos seguidores (mejor nos iría).
Hemos recopilado aquí algunos de los términos más comunes, para aclarar qué significan y cómo se pueden utilizar:
Ecológico: Muchos usan este término refiriéndose de una forma vaga a "algo que no hace daño al Medio Ambiente". Pero "ecológico" deriva de "ecología", que es la rama de la biología que estudia las relaciones de los diferentes seres vivos entre sí y con su entorno, es decir, el equilibrio de los ecosistemas. Por lo tanto, como es evidente, ningún producto industrial es “ecológico”, y no es correcto llamarle así.
Las únicas excepciones son la "agricultura ecológica" y la "ganadería ecológica": estas dos expresiones se refieren a unas actividades muy concretas reguladas por ley, controladas por una administración competente que las supervisa y con etiquetado especial que solo pueden usar las explotaciones registradas y autorizadas.
Ecofriendly: esta palabra no tiene ningún significado científico ni técnico. Es engañosa y se debe evitar su utilización a toda costa.
Biodegradable: significa que se descompone por la acción de la naturaleza en un periodo de tiempo breve y de forma espontánea (sin intervención humana). En productos industriales, el uso del término está reservado a aquellos que, dejados a la intemperie, sufran una descomposición del 90% en un periodo de 6 meses.
Existen algunos plásticos biodegradables, pero teniendo en cuenta la velocidad de degradación, son solo apropiados para productos monouso (“de usar y tirar”), y nunca para piezas o productos que requieran una mayor duración: ¿os imagináis unas gafas con cristales biodegradables?
Bioplásticos: Plásticos cuya materia prima proviene íntegramente de vegetales, ya sea plantas verdes o madera. Los bioplásticos NO tienen por qué ser biodegradables, las dos características no están relacionadas. Existen plásticos de origen vegetal que no son biodegradables. Por eso mismo no se puede usar un “Bio” a secas para referirse a un plástico, pues no se sabría a cuál de los dos nos referimos. Hablaremos más sobre ello en otro post.
Compostable: es cualquier material que, por la acción de agentes naturales, y en un proceso forzado, se descompone en materia orgánica que se puede utilizar como abono. La diferencia con “biodegradable” es que en este caso el proceso es forzado, o sea, que no se produce generalmente de forma espontánea en la naturaleza, sino requiere la intervención humana, facilitando la combinación de las condiciones apropiadas (temperatura, humedad, oxígeno y microorganismos). El inconveniente de los plásticos compostables, por tanto, es que precisan de una recogida tan selectiva y cuidadosa como los reciclables, y sin embargo no tienen usos posteriores (una vez convertidos en abono, termina su ciclo de utilidad).
Lo dejamos aquí, y publicaremos próximamente la segunda parte de este artículo, explicando los conceptos renovable, sostenible, reciclable, reciclado, … y más.
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